En el Perú hay, políticamente hablando, dos países: uno que crece y se integra cada vez más al mercado interno y al mundo o se moviliza para conseguir integrarse en mejores condiciones; y otro dedicado a sabotear al primero.
La resistencia a las reformas. Por Jaime de Althaus. Publicado en El Comercio (11/07/2008)
Como ilustra de Althaus en este artículo, para cierta gente el Perú se divide en dos bandos, o en dos países -"políticamente hablando"-: el que crece y se integra, y el que lo sabotea. El país de los que quieren subir la escalera y el país de los que le jalan el pie. El país de los que avanzan y el país de los perros del hortelano. El país de los buenos y el país de los malos.
Es así de simple, y eso explica el paro y los conflictos. Es que hay buenos que quieren ser cada vez mejores, que se integran, que progresan, que "piensan en grande"; y luego están los malos que son pobres, quieren seguir siendo pobres y quieren que los demás también sean pobres. Por eso hacen paros para molestar a los que sí crecen. Caramba, qué fácil era ¿Cómo no se nos ocurrió antes?
Es lo que se puede ver claramente, como señala de Althaus: "Es asombroso, por ejemplo, que el sindicato de construcción civil proteste en medio de la tasa de crecimiento de la construcción más alta de la historia del Perú." Está clarísimo, ya no nos debería asombrar: ¡protestan porque no quieren que siga creciendo su sector! Quieren ser pobres, pues.
Y bueno, después -seamos imparciales-, de Althaus aclara que a lo que se refiere con los que están dedicados a sabotear a los del primer bando es a los sindicalistas, con sus posturas expresadas en las plataformas de la CGTP, el SUTEP, el sindicato de Construcción Civil, y etc. Sin embargo, se niega a tomar en cuenta que el paro fue acatado en gran parte (sobretodo en regiones del sur y de la selva, al parecer) por trabajadores no necesariamente sindicados, que obviamente no suscribían exactamente las propuestas de los sindicatos. Todos ellos, ¿también lo que quieren es jalarle el pie al que sube la escalera? O será, tal vez, que están descontentos con el crecimento del cual de Althaus nos habla.
Podríamos pensar que, por ejemplo, los trabajadores de construcción protestan mientras este sector crece porque, a pesar que de Althaus nos diga y nos repita en su columna que el sector crece, ellos no sienten mejoras. Mientras el sector se mantuvo estático, o con un crecimiento moderado, tal vez no hubo tantos conflictos. Ocurre que ahora que el sector crece los asalariados del sector esperan sentir algún tipo de mejora que no llega. Aparece la brecha, de la cual hable en un post anterior, entre el beneficio esperado de este crecimiento y el beneficio obtenido del mismo.
También podríamos presumir que el sur protesta, no porque no se quiera integrar al mercado y crecer, como sugiere de Althaus, sino porque percibe que el gran crecimiento del cual se habla no llega. Y no llega porque no existen los medios para integrarse al mercado. Si Patria Roja y el partido de Humala tienen tanto arraigo en la sierra sur, no es porque los pobladores sean naturalmente comunistas, bolivarianos, etnonacionalistas, socialistas y demases perros del hortelano; es porque estos partidos les ofrecen una alternativa diferente, cuando el mercado simplemente no es una alternativa. No hay que confundir las causas con las consecuencias, la proposición "son pobres porque no se quieren integrar al mercado, y no se quieren integrar al mercado porque son rojos" es inconsistente. Algo más cerca a la verdad estaría "son pobres y no pueden integrarse al mercado, entonces siguen siendo pobres; al no poder integrarse al mercado este -obviamente- no es una opción, entonces son antimercado", podemos cambiar 'mercado' por 'sistema' y probablemente seguirá teniendo el mismo sentido.
Las personas, naturalmente, no son a priori pro o anti mercado, ni pro o anti sistema, la posición que asumen depende de los beneficios que sienten que pueden percibir -o que ya perciben- del mercado o del sistema actual. Los pueblos no se oponen a un sistema por el sistema en sí, sino por el efecto que este sistema causa en ellos. Este razonamiento, tan lógico y tan simple, lamentablemente aún no es asimilado por amplios sectores en los dos "bandos" (los buenos y los malos). El mercado será aceptado por las personas en tanto este se pueda adaptar a las necesidades de las mismas y les reporte beneficios, esto sólo se da permitiendo la integración con justicia. No se trata de "vencer a los malos", la realidad peruana no es un spaghetti western.
Pregunta suelta para Jaime de Althaus: ¿Qué debería hacer el gobierno, reprimir a los "malos" o darle razones para ser "buenos"?
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